Cada vez que la encontrábamos ,el se paraba me hociqueaba ,flexionaba sus patas delanteras y se dejaba caer como en trance.
Yo me acuclillaba a su lado y le acariciaba su dura y sensible pelambrera.No lo podía palmear,eso no lo aceptaba.
Luego después de frotarse contra ellas olisquear el aire y asegurarse que yo seguía allí ,se levantaba de un brinco como tomando consciencia de que se había relajado demasiado y comenzábamos otra vez campo a través.
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